lunes, 3 de octubre de 2011

De la culpa que tortura a la culpa que repara, un sano camino


Durante la semana trabajamos hasta tarde y llegamos a casa agotadas y con ganas de nada. Entonces, cual Homero Simpson, nos sentamos a cenar, tomamos y debatimos el control de la tele y nos transformamos en algo parecido a un zombie. El fin de semana, el trabajo no se aleja del todo: no nos dejan relajarnos lo suficiente, cuesta desconectar, y abrimos la notebook y seguimos trabajando. Para convencernos a los demás y a nosotros mismos decimos que es para comenzar la semana más tranquilas... Empieza el lunes y aparece el sentimiento de culpa por no haber dedicado más tiempo a la familia, especialmente a nuestros hijos. El ciclo se repite semanalmente y la culpa va en aumento... Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
Como sucede con todas las emociones, la culpa no es un problema en sí mismo pero puede afectarnos terriblemente si no la resolvemos de manera adecuada.
Todos tenemos normas internas, que son un conjunto de pautas que regulan nuestro comportamiento, también llamadas "valores". Cuando hacemos algo que transgrede esa norma interna, aparece el sentimiento de culpa. En un sentido, la culpa cumple una función positiva si nos motiva a realizar un buen acto o tratar de reparar algo que esté a nuestro alcance. Por ejemplo, si insulté a alguien la culpa puede llevarme a disculparme con la persona ofendida, algo que elimina la culpa. Pero si no hago nada esa culpa se transformará en algo nocivo.
Por otro lado, prestemos atención a las norma internas por un momento. ¿Cómo se formaron esas normas? ¿Son realmente valores que elegimos y entendemos o son normas de la cultura y de otros? Algunos ejemplos:
* La mujer debe ocuparse de la casa tanto como lo hace de sí misma.
* El hombre debe ser el que provea alimentos, seguridad, dinero para la familia.
* El hombre debe ganar más que la mujer.
* Los jóvenes deben recibirse antes de irse de la casa de los padres.
* Al llegar a una determinada edad, siendo maduro, debés estar hecho económicamente.
Lo paradójico es que podemos estar sintiendo culpa a causa de la trasgresión de una norma que no hemos elegido, y que sostenemos como si fuera una verdad universal, cuando en realidad no lo es. En este caso, lo conveniente es distinguir y elegir si queremos continuar sosteniendo la norma. Otras posibilidades serían flexibilizarla, modificarla o cambiarla por otra.
¿Podemos hacer algo para que desaparezca la culpa? No demoremos más y hagámoslo para dejar de castigarnos.
Si no podemos hacer nada porque es algo que sucedió en el pasado, ya pasó, no lo podemos modificar. ¿Para que seguir castigándonos? Aprendamos y miremos hacia delante.
Por último, ¿vale la pena sostener la norma que genera la culpa? Analicemos si los valores que tenemos internalizados nos cierran o nos abren posibilidades, si los queremos hacer nuestros o no, si están allí porque fueron puestos por otros o los elegimos nosotros.
¡Ah! Y con respecto al tiempo que podemos dedicar a la familia, escuchemos lo que la culpa tiene para decir... No hay mejor inversión que dedicar tiempo a los que queremos. El amor es tiempo. Y siempre, siempre, podemos elegir.
Lic. Alberto F. Sanjurjo
entremujeres.com

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