martes, 22 de febrero de 2011

Marie Curie, una vida dedicada a los descubrimientos



En 1911, Marie Curie recibía su segundo Premio Nobel. Esta segunda vez, lo ganó sola y fue el de Química, “en recomiendo por sus servicios para el avance de la química con el descubrimiento de elemento radio y polonio, por el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y los componentes de ese elemento remarcable”, según argumentó el jurado.
La científica, que había nacido en 1867 en Varsovia (la actual capital de Polonia), forma parte del exclusivo grupo de mujeres galardonadas con el Nobel de Química. Desde 1901 hasta ahora, entre 159 premiados, sólo hubo cuatro mujeres. La segunda mujer en conseguirlo fue su hija, Irene Joliot-Curie, quien lo compartió con su marido Frédéric Joliot, en 1935. Marie Curie no tuvo una vida fácil. A los 11 años, su madre murió de tuberculosis y su hermana mayor, por fiebre tifoidea. A los 24 se fue a París, Francia, para estudiar matemática y física en la Universidad de la Sorbona. Allí conoció a quien luego se convirtió en su marido, Pierre Curie, con quien compartió su primer Premio Nobel: el de Física en 1903. Enviudó tres años después. Días atrás, se conoció gran parte de la correspondencia entre Marie Curie y sus hijas, a través de un libro que acaba de publicar su nieta y física, Hélene Langevin-Jolliot.
En 1911, Marie Curie tuvo que enfrentar brulotes xenófobos y racistas desde los medios franceses. Pero ella siguió en el laboratorio y con sus clases. Al estallar la Primera Guerra Mundial, con Irene ya entrenada, armó unidades radiológicas móviles y capacitó a 200 técnicas para los puestos fijos en el frente.

En el año de la Química, reconocen que no merece tanta “mala fama”

El mundo es pura química. Esta ciencia que estudia la estructura, las propiedades y la reactividad de átomos y moléculas muy diferentes está presente con sus productos en todos lados: desde los anticonceptivos o los test de embarazo hasta los fármacos que alargan la vida; desde los monitores de las computadoras, pasando por las bolsas de plástico, los repelentes contra los mosquitos, el protector solar, los neumáticos de los autos, hasta nuevas ropas con materiales inteligentes que matan al virus de la gripe.
Por los muchísimos aportes a la humanidad, durante 2011 se celebrará el “Año internacional de la química” , según la decisión conjunta de la Unión Internacional de Química pura y aplicada y la UNESCO. Con actividades en cada país, se busca aumentar la apreciación pública de la disciplina para las necesidades del mundo, incrementar las vocaciones de jóvenes para que enfoquen la química hacia el cuidado ambiental, y generar entusiasmo para encontrar soluciones sustentables a los problemas de la alimentación y la energía.
La química había sentado sus bases hace 100 años, cuando Marie Curie recibió el Premio Nobel por el descubrimiento del radio y del polonio. “En aquella época, ya se aplicaba el método científico, pero todo era más intuitivo. Los químicos iban probando con distintos métodos, y cada tanto se hacía algún descubrimiento. Podían tardar décadas en corroborarlo. Ahora, todo es muy diferente, ya no necesitamos probar tantos caminos, aunque algunos salen a explorar rutas no probadas y descubren algo interesante, como ocurrió con los fulerenos, que son moléculas de carbono que se descubrieron en 1985”, cuenta Roberto Etchenique, investigador del Conicet y del Departamento de química inorgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
En la actualidad, la química está hecha por científicos que aún se siguen preguntando de qué están hechas las cosas . “Es el arte de domesticar a la materia para conocerla y para producir cambios que sirvan para curar, alimentar, descontaminar, entre otras aplicaciones. Es una ciencia fascinante”, opina la investigadora Sara Bilmes, que también forma parte del Conicet y la UBA.
Aunque la química tenga tantas utilidades, aún acarrea cierta “mala fama”. De hecho, en algunos comercios argentinos publicitan productos con cartelitos que dicen “sin productos químicos”. La percepción pública se relaciona con controversias del pasado como la polémica que se armó por el uso del compuesto DDT en los insecticidas de la década del sesenta. Fue denunciado por la escritora Rachel Carlson en el famoso libro Primavera Silenciosa en 1962, y tiempo después, el uso del compuesto fue limitado. Otro hecho fue el desastre de Bhopal, en India, por una fuga de un gas de una planta de plaguicidas que causó la muerte de más de 3.000 personas en 1984.
Durante las dos últimas décadas, se viene desarrollando una tendencia hacia la “química verde”, por la que se adoptan procesos de producción más eficientes y amigables con el ambiente. “Desde el ambientalismo, hoy no oponemos a la química, pero sí reclamamos un rol más activo del Estado para que se tengan en cuenta los riesgos de los efectos a largo plazo de los productos químicos”, opinó Antonio Brailovsky, profesor de la UBA, cuyo último libro es Buenos Aires, ciudad inundable .
Pese a los temores y a las críticas, la química sigue avanzando (quizá desapercibidamente). No es sólo de una lista de fórmulas como la del agua (H2O). Sus contribuciones son enormes. “Los químicos diseñan, modelan el comportamiento, sintetizan, analizan, y ensamblan en bloques moléculas de estructuras simples hasta más complejas, como las proteínas -enfatiza Ernesto Calvo, director del Instituto INQUIMAE del Conicet y la UBA-. La comprensión de las bases químicas de la vida permitió métodos de diagnóstico y tratamiento de enfermedades. O la química del ambiente logró métodos de remediación de aguas y suelos contaminados que nunca se habían alcanzado”.
clarin.com

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