miércoles, 23 de febrero de 2011

La grasa desechada por unos es el combustible codiciado por muchos

[Grasa]














Por Jeffrey Ball
Llenar el tanque de su Ford Excursion es un dolor de cabeza para Eric Sobalvarro. Demasiadas opciones: ¿Taquería o tienda de sándwiches? ¿Aroma de pimientos picantes o tempura?
Sobalvarro forma parte de un pequeño pero creciente grupo de conductores que utilizan aceite de cocina usado como combustible para sus autos y camiones.
La tendencia requiere cierta dedicación incondicional: los usuarios de este aceite deben reclutar restaurantes, filtrar el líquido apestoso en garajes o patios traseros y modificar el vehículo con un motor diésel para quemarlo. Entre los inconvenientes está el encontrar animales muertos en los recipientes donde es desechada la grasa de los restaurantes.
Ahora, los usuarios de este tipo de combustible tienen otra preocupación: la competencia corporativa en Estados Unidos. El aceite vegetal es uno de los ingredientes principales del biodiésel y la demanda de aceite usado ha resurgido junto con los subsidios y mandatos del gobierno por el combustible alternativo. En los últimos seis meses, el precio de mercado del lubricante ha saltado casi 70%, a unos US$3 por galón.
Los que controlan el mercado de los lubricantes son los intermediarios que compran el producto usado, lo limpian y lo revenden a precio de mercado. Parte va a la industria ganadera que alimenta a las vacas con la grasa para engordarlas, y parte va a los fabricantes de biodiésel, que en general no atasca los motores tanto como lo hace la grasa pura, especialmente a bajas temperaturas.
Cuando la grasa era barata, los restaurantes típicamente se la daban a cualquiera que la quisiera. Aquellos fueron buenos tiempos para los usuarios de combustible de aceite, quienes eran felices recogiendo restos de grasa de sus restaurantes favoritos los domingos por la tarde.
Pero con los precios de la grasa al alza, muchos procesadores les están pagando a los restaurantes por el aceite usado y esto está presionando a los usuarios comunes.
"Estoy un poco paranoico con todo esto", comenta Glenn Carlin, un usuario del aceite de Connecticut, que hace poco perdió uno de sus abastecedores locales, el restaurante Fife'n Drum, al que un intermediario empezó a pagarle US$15 por un contenedor de 55 galones de aceite. Carlin filtra la grasa para su Volkswagen Passat.
Steve Fugate, que dirige una cooperativa en Iowa que recoge y procesa aceite y lo vende mayormente como biodiésel, también está sintiendo la presión. Shakespeare, un bar local, cambió a Fugate, que no paga por el aceite, por un intermediario que acordó darle US$50 por barril. Cada año, el bar sólo llena unos cuatro barriles, con lo que recibe US$200 por aceite sucio. "Pero es mejor que cuando no recibía nada", dice su dueña, Susie Spalj. En protesta, Fugate ha dejado de comer allí.
Para funcionar con aceite, un auto o camión requiere de un motor diésel porque los que son fabricados para andar con gasolina no pueden procesar esta sustancia. Los conductores usualmente adaptan los motores con equipos que pueden costar unos cuantos miles de dólares para evitar atascar las mangueras y los filtros modernos.
Los usuarios de este tipo de combustible debaten qué tipo de restaurantes ofrece el mejor aceite usado. Generalmente dicen que el de hamburgueserías y bares requiere mucho filtrado porque está lleno de restos de comida y agua del pollo y las papas fritas congeladas. Por ello prefieren aceite de los restaurantes vegetarianos y los japoneses o cualquiera que cambie con frecuencia el aceite y no fría muchos alimentos congelados.
Sobalvarro se enfureció cuando hace poco una de sus fuentes favoritas de aceite, un local de la cadena de sándwiches Snarf's, prefirió darle la grasa a un procesador de gran escala: Sustainable Oil Service con sede en Colorado. La empresa no le paga a Snarf's en efectivo sino en botellas de Dark Majic, un detergente para cocina que Sustainable fabrica con un derivado de la grasa.
Tras perder a Snarf's, Sobalvarro está dándose prisa para congraciarse con los proveedores que le quedan, particularmente con un restaurante japonés con aceite de tempura de gran calidad.
Su estrategia: comer allí con frecuencia, pagar en efectivo y dejar buena propina. "Es una relación de simbiosis" opina, Sobalvarro. "Es la única manera en la que un hombre común como yo será capaz de conseguir el aceite".
wsj.com

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