domingo, 6 de febrero de 2011

Día contra la Mutilación Genital

Poco después de nacer cortaron su vida, pero ella apenas recuerda "algunas imágenes". Isatou Gerew tiene 39 años y cuando empezaba a conocer la tierra que pisaba, mutilaron sus genitales , "como a todas las de mi país", afirma, con una voz que transmite tanta fuerza como dolor.
Podría haber muerto, como les sucede a muchas niñas víctimas de la ablación. Pero sobrevivió, con el dolor sin explicación y la boca cerrada. De su primer matrimonio dio a luz a una hija, a la que también torturaron sin que absolutamente nadie intentara evitarlo. "Yo pensaba que se lo hacían a todas las mujeres, en todo el mundo", dice Isatou. Pasaron los años y vino a España, pues su segundo marido, con el que la habían obligado a casarse, vivía aquí.

Comprender el dolor

Isatou se instaló en un pequeño pueblo de Zaragoza. Su marido casi no la dejaba moverse, salir, pensar. Pero volvió a quedarse embarazada y el médico recomendó paseos largos. Y así, un día conoció a Pilar, una mujer de 80 años. Con ella aprendió a hablar español y a pensar más allá de esas cuatro paredes y su lejana África, donde "no nos enseñan a leer ni a escribir, allí el papel de la mujer no vale nada", cuenta.
Mientras su vientre iba creciendo, crecían también las preguntas y la necesidad de Isatou de saber qué le pasó y por qué le pasó. Finalmente, decidió dejar a su marido y buscó refugió en Zaragoza, donde tenía algunos amigos. Allí, con el tiempo, entró en contacto con Médicos del Mundo. Ahora es mediadora cultural y trabaja con esta organización en Aragón para prevenir la práctica de la mutilación genital femenina, especialmente en esa comunidad.

Prevención y sensibilización

Julia Moreno es coordinadora de Inclusión Social de Médicos del Mundo y tiene claro que la mejor lucha contra la mutilación genital femenina es la prevención. Por eso, las claves para erradicar esta tortura que "es una violación de los derechos fundamentales y una manifestación de la violencia de género", son tres: "formación, información y sensibilización".
Así, esta trabajadora social explica las dramáticas consecuencias de esta práctica: "físicas en primer lugar, con graves hemorragias que pueden llegar a la muerte", pero también dolores intensos, infertilidad, problemas en las relaciones sexuales, problemas urinarios, graves desórdenes en la menstruación, y además están las consecuencias psicológicas que pueden durar para siempre.
Moreno afirma que esta violencia, desgraciadamente, es "invisible", a pesar de que, lejos de lo que se piensa, no ocurre sólo en África, sino también en España. Y es que, a pesar de que el delito está penado, no existen protocolos de actuación para evitar la ablación salvo en dos Comunidades Autónomas, Aragón y Cataluña. Además, muchas familias africanas aprovechan las vacaciones, en las que viajan a sus países, para infligir esta tortura a sus hijas. En el proyecto que ella lidera empezaron a trabajar con mujeres africanas, "porque cuando la mujer tiene más información, también tiene más poder", pero luego comprendieron que no debían olvidarse de los hombres. "Muchas veces, estas mujeres nos dicen: 'Si los hombres alzasen su voz, acabarían con ello en un minuto'".

Millones de mujeres sufren la ablación

Pero de momento, el reloj avanza mientras este ritual ancestral se sigue produciendo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en el mundo hay entre 100 y 140 millones de mujeres y niñas que sufren las consecuencias de la Mutilación Genital Femenina. Sólo en África aproximadamente 92 millones de niñas de 10 años o más han sufrido esta tortura. "La mutilación genital femenina es una forma de tortura y como tal, los Estados, todos, tienen la obligación de ponerle fin", afirma Barbara Tardón, de Amnistía Internacional.
"Hay que presionar a los Estados para que cumplan los acuerdos internacionales que han firmado que les obligan a poner fin a cualquier tipo de tortura", añade. Pero sobre todo, para Tardón hay que "visibilizarlo", hay que publicar datos, porque a fuerza de hacerlo público, dejará de ser un tabú.
Pero además, hay otro obstáculo: la falta de fondos y de ayudas para combatirlo. Algo que Khady Koita, víctima de la ablación (le cortaron el clítoris cuando era una niña, en Senegal) y voz de la lucha contra esta práctica, ya que fue presidenta de la Red Europea de Lucha contra las Mutilaciones Sexuales, conoce bien. Ahora ha vuelto a la 'base', al trabajo asociativo, en el que se ha labrado un nombre desde los años 80 en Bélgica y Francia. Su objetivo es "conseguir una resolución de la ONU contra la mutilación genital", y desde hace un año está inmersa en una campaña para lograrlo, cuenta por teléfono. Preside una organización con base en Bélgica, llamada La Palabre, que significa diálogo: justo lo que hace falta para erradicar esta práctica.
Ya ha logrado que en Senegal, en la región de la que es originaria, se construya un centro de acogida para las mujeres que sufren la mutilación de sus órganos sexuales. "Cambiar las mentalidades es díficil, cambiar los comportamientos también lo es. Hacen falta salarios para las personas que se dedican a combatir esta tortura, para que continúen con este compromiso", afirma. Y de nuevo, vuelve al poder de la información, ésa es la clave: "Se hace para que la mujer sea virgen, casta y fiel, para que no disfrute, se les dice a las mujeres: 'Si el clitoris toca al bebe, el bebé morira; si el clitoris toca al pene, el hombre morirá'".
"Yo he luchado durante 20 años y lo seguiré haciendo. Es una lucha contra la violencia y por la dignididad. Si logramos salvar a cinco niñas cada año, si logramos que las mujeres comprendan los problemas y las consecuencias, será mi mayor logro", afirma Khady. Algo parecido a lo que siente Isatou Gerew: "Tengo un dolor en el corazón, pero tengo ganas de que todo el mundo comprenda".
elmundo.es

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