domingo, 8 de agosto de 2010

Los desafíos de un padre adolescente

Hacerse responsable de golpe. Esa es la situación en la que se encuentran los varones adolescentes cuando se enteran de que van a ser padres. Para algunos es una alegría, se sienten afirmados en su masculinidad; para otros, es la sensación de temor que produce este enorme desafío. Pero, en todos los casos, esa nueva vida que se anuncia significará un conflicto por resolver con ellos mismos, con sus respectivas parejas, con las familias de ambos y con una sociedad bastante prescindente.
Este fenómeno de jóvenes muy jóvenes que son padres está creciendo cada vez más en la sociedad argentina y, aunque con marcadas diferencias, se da en todos los estratos sociales.
En la nota sobre el tema de este suplemento se brinda un dato clave: la prevención primaria está fallando en la Argentina, por lo cual el 25 por ciento de las adolescentes; es decir, una de cada cuatro, que fue madre antes de los 20 años puede llegar a repetir un embarazo en su etapa adolescente. Ahora, ¿cómo evitarlo si ninguno de los dos integrantes de la pareja está debidamente al tanto del tema?
Uno de los aspectos más importantes que deja en claro este fenómeno es que la sociedad argentina no sólo no ha sabido educar en la prevención a sus adolescentes, sino que lo poco que se ha hecho ha estado siempre dirigido a la mujer. Los varones, siguiendo de alguna manera un modelo tradicional machista incorporado desde generaciones, han sido dejados de lado. Por lo tanto, no tienen con quién hablar sobre el tema de un probable embarazo, saben poco también sobre salud sexual y reproductiva, y carecen de espacios donde llevar sus problemáticas exclusivas de padres adolescentes. En la práctica, son sólo tres o cuatro los Servicios de Adolescencia en hospitales con equipos especializados para atenderlos.
Esta realidad, paradójicamente, contrasta con la práctica de la paternidad de estos jóvenes. La mayoría sigue viviendo en casa de sus padres y muchos terminan viendo a sus hijos con una frecuencia parecida a la de los padres adultos separados. Sin embargo, quizá porque su propia juventud los acerca mucho a esos bebes que son sus hijos, lo cierto es que todos manifiestan un amor especial y son capaces de hacer o querer hacer muchos sacrificios (dejar de estudiar para trabajar, trabajar y estudiar de noche) para mantenerlos.
La realidad es, pues, compleja. Como en tantos otros temas, hay un Estado ausente, que no sólo no implementa políticas educativas y de prevención, sino que, cuando lo hace, no las controla. Y, por supuesto, la falta de trabajo y de educación siguen siendo los dos grandes impedimentos para que estas jóvenes parejas puedan armar sus respectivos proyectos de vida, sin caer en la engañosa ilusión de que con un hijo serán más libres o más responsables.
lanacion.com

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