lunes, 16 de agosto de 2010

Estudian el cerebro "al desnudo"

Nora Bär
LA NACION
En el siglo XIX, cuando el célebre médico, anatomista y antropólogo francés Paul Broca descubrió el centro del habla en el cerebro estudiando a pacientes afásicos, se creía que el tamaño de este órgano desconcertante estaba vinculado con la inteligencia (¡y de eso deducían que las mujeres tenían menos capacidad que los hombres!).
Cuando moría un personaje destacado, los investigadores solían disputarse su cerebro para medirlo y pesarlo. Fue así como surgió la idea de reunir "colecciones" de cerebros que permitieran caracterizarlos, compararlos y correlacionar sus características anatómicas con las observaciones clínicas, pero en esos tiempos no había manera de preservarlos.
Hoy, una red mundial de bancos de cerebros permite a los investigadores bucear en los más intrincados senderos de la mente. Aunque existen sólo ocho al sur del ecuador (uno en Nueva Zelanda, cinco en Australia y uno en Brasil), hay uno que funciona en Buenos Aires. Más precisamente, en Belgrano, en la sede de Fleni.
"En la época de Broca surgió la patología como ciencia y comenzaron a recolectarse cerebros -cuenta Gustavo Sevlever, director de docencia e investigación-. En Rusia, cuando murió Lenin [en 1924], llamaron a dos neuropatólogos alemanes muy prominentes, los Vogt, que eran marido y mujer, y empezaron a estudiar cerebros para encontrar la esencia del socialismo. Ellos cortaron el cerebro de Lenin en fetas, en lo que fue el primer intento de descubrir a través de una autopsia algo vinculado con una capacidad especial. Otro ejemplo es el de Thomas Harvey, que cortó el cerebro de Einstein en 240 trozos que repartió entre otros tantos investigadores para descubrir el secreto de la genialidad."
Según Sevlever, la ciencia por ahora está lejos de poder explicar la genialidad, pero la posibilidad de almacenar los cerebros de personas que sufrieron enfermedades neurodegenerativas o psiquiátricas y ponerlos bajo el microscopio permite no sólo precisar el diagnóstico, sino también contestar las complejas preguntas que plantean esos procesos patológicos.
"Los bancos nos permiten estudiar decenas de cerebros, analizarlos en el nivel celular, genético y molecular, y correlacionar nuestras observaciones con manifestaciones clínicas", agrega.

Normales y patológicos
Desde que comenzó a funcionar, en 2006, el Banco de Cerebros ya recibió en calidad de donación altruista 33 cerebros. Estos pueden recibirse para su almacenamiento hasta 18 horas después de la muerte. Una mitad se congela en nitrógeno líquido a -80°C y la otra se guarda en formol. "En la primera, toda la biología queda congelada -explica Sevlever-: podemos estudiar qué genes se activaron, cómo se tradujeron en ARN [ácido ribonucleico, el mensajero que contiene la información genética procedente del ADN] y cómo ese ARN fabricó proteínas. Es lo que se llama genómica, transcriptómica y proteómica. Con la mitad no congelada, los patólogos podemos hacer el diagnóstico analizando los cambios microscópicos que presenta."
Para Sevlever, el banco es una oportunidad incomparable de estudiar fenómenos tan complejos que exceden una mirada reduccionista. "Sólo con un enfoque holístico uno puede comprenderlos, porque son mucho más que la suma de las partes -dice-. Para la biología de sistemas, hasta ahora fuimos un poco reduccionistas, detectamos hechos que tienen un gran impacto, pero nos perdimos otros más sutiles, aunque tal vez más importantes. Ahora, tratamos de analizar el cuadro en su totalidad." Además, agrega: "Todo el aparato teórico de la medicina se construyó sobre la base del estudio clínico-patológico que es la autopsia. La comprensión última de una enfermedad está en los tejidos".
Precisamente, el estudio post mórtem de muestras de cerebros de personas normales exhibió que hay pacientes que no tenían manifestaciones clínicas en los que sin embargo el análisis patológico se encontraba con las características placas de proteína beta amiloide típicas del mal de Alzheimer.
"Se calcula que entre el 10 y el 30% de los pacientes a los que se les atribuye enfermedad de Alzheimer en realidad padecen de otra patología", destaca Sevlever.
Desde su creación, los investigadores de Fleni realizaron estudios de la morfología de las neuronas implicadas en estos procesos patológicos y sobre los cambios metabólicos que presenta. Entre otros -explica el doctor Miguel Riudavets, coordinador del banco-, "los resultados más importantes de esos trabajos fueron la constatación de que aunque podría pensarse que los cambios más grandes [en el tejido cerebral] se dan cuando va avanzando el deterioro cognitivo en realidad ocurren cuando la persona es normal. Personas añosas que están bien cognitivamente ya presentan cambios histopatológicos. Para avanzar es fundamental contar con cerebros de personas sanas que nos permitan establecer comparaciones".
Según los científicos, se calcula que transcurren más de 20 años desde que comienza a desarrollarse el trastorno hasta que aparecen los primeros síntomas. Es entonces cuando podría abrirse una importantísima ventana terapéutica. "Hoy, la posibilidad de almacenar tejido biológico en buenas condiciones es una llave para empezar a entender algunas de estas enfermedades, ver qué pasa en la Argentina, colaborar con otros grupos y acceder a la biología de más alto nivel -dice Sevlever-. Y tal vez nos permita contestar una de las grandes preguntas de la neurociencia actual: ¿es el envejecimiento un proceso patológico o normal? ¿Todos tendremos enfermedad de Alzheimer o existe el envejecimiento exitoso?" Como se ve, esta historia continuará...

lanacion.com

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