lunes, 17 de mayo de 2010

El bambú invade bosques nativos

Susana Gallardo
Para LA NACION
El bambú, cuyo tallo puede alcanzar alturas de treinta metros, forma parte de muchos ecosistemas americanos y es un recurso muy utilizado por el hombre. Pero, como consecuencia de la extracción forestal no planificada, algunas especies colonizan con rapidez los claros de los bosques en la provincia de Misiones e impiden que puedan renovarse los árboles de importancia económica, como el cedro, el guatambú y el peteribí.
Esta planta (conocida como tacuara o tacuarembó) puede convertirse en una especie invasora debido a los disturbios producidos en el ambiente. "Es una planta nativa que cambia su comportamiento y crece en exceso, ocupa grandes áreas y limita el crecimiento de las demás especies", señala la doctora Lía Montti, del laboratorio de Ecología Funcional de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA-Conicet y del Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico.
"La causa más común de disturbio en estos bosques es la tala selectiva de especies maderables, por ejemplo, el cedro, el lapacho, el anchico colorado, el laurel y el guatambú", explica Montti, que realizó su investigación en el Parque Nacional Iguazú y otras áreas del norte de Misiones. Al talar los árboles se aumenta el tamaño de los claros, lo que podría ser bueno para que el bosque se regenere. Pero el bambú no le da tiempo y ocupa el claro, al aprovechar muy bien la luz para crecer.
Esta planta, que posee un tallo (culmo) muy resistente y apto para usos muy diversos, es muy particular: algunas especies pueden florecer una vez cada treinta, cincuenta o cien años, y cuando lo hacen, mueren, irremediablemente. Mientras no florece, se reproduce en forma asexual, generando nuevos culmos a partir del mismo rizoma. De este modo, las plantas hijas son genéticamente idénticas a su madre.
Florecer es morir
En Asia, varias especies de bambú florecen en forma masiva: todas las plantas producen flores y semillas al mismo tiempo, y todas mueren, también, al mismo tiempo. Esa muerte masiva no sólo causa un grave problema al oso panda, que se alimenta de sus hojas, sino al sistema productivo: en esa región, la caña de bambú es un recurso forestal de gran importancia. Por ello, se busca impedir la floración masiva, aunque todavía no se logró evitarlo.
En Misiones, según indica Montti, quien desde hace años estudia la especie Chusquea ramosissima, la floración comenzó a ser registrada por los investigadores del grupo en 2001, y no se dio en forma masiva, sino que, mientras algunas plantas florecían, otras generaban nuevos tallos. "Esta alternancia de plantas vivas y plantas en floración podría ser una estrategia para seguir presentes en el área y no dejar que ese espacio sea ocupado por otras plantas", señala la investigadora.
La floración era esperada porque se pensó que sería una buena oportunidad para que el bosque se regenerara. "Pero pocas especies pudieron crecer", señaló Montti, y destacó: "De todos modos, la floración es una buena oportunidad para realizar un manejo del bosque".
Una posibilidad para que el bosque reviva es eliminar los tallos del bambú. Es la prueba que realizó la doctora Paula Campanello, que también forma parte del Laboratorio de Ecología Funcional de la FCEyN y es investigadora del Conicet en el Instituto de Biología Subtropical de la Universidad Nacional de Misiones. Al cortar las cañas y permitir la entrada de luz al suelo, se facilitó el crecimiento de los renovales de árboles que ya habían echado raíz.
Durante dos años consecutivos, la investigadora junto con otros colaboradores del grupo liderado por el doctor Guillermo Goldstein cortaron los tallos del bambú y también las lianas. Estas enredaderas colonizan las copas de los árboles y pueden dificultar la regeneración de renovales y el crecimiento de árboles adultos en bosques en los que se hace extracción selectiva. "Vimos una mejora en el crecimiento de los renovales ya establecidos, pero no se generaron plantas nuevas a partir de semillas, porque, al dejar los tallos cortados en el lugar, la biomasa en el suelo formaba un colchón que impedía la generación y el establecimiento de la semilla", relata Campanello.
Posteriormente, al quitar los restos de tallos y hojas del suelo, pudieron crecer nuevos renovales a partir de las semillas. "Los resultados indican que la remoción de las especies invasoras podría ser clave en la recuperación de los bosques nativos en Misiones", señala la investigadora.
Los árboles más afectados por el avance del bambú son los que requieren más luz para regenerarse, "como el cedro, el peteribí o el anchico, que son los de mayor valor comercial", explica Campanello.
El bosque misionero se está empobreciendo, pues los claros son cada vez más grandes y están invadidos por el bambú. "No sólo será necesario efectuar una explotación forestal de impacto reducido, como se hace en otras partes del mundo, sino que también, luego de la extracción, habrá que aplicar técnicas para que los árboles se regeneren, e incluso enriquecer con renovales donde el bosque haya sido muy explotado", concluye Campanello.
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA

lanacion.com

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