viernes, 28 de mayo de 2010

RADIOGRAFÍA DE LOS ARGENTINOS: Ni buenos ni malos, así somos

Hay algo que está claro: doscientos años de historia no nos han alcanzado hasta hoy para definirnos. Salvo que elijamos como definición la que dice que somos esencialmente contradictorios, nos sentimos de todas las maneras posibles. Somos honestos y deshonestos, alegres y tristes, solidarios y egoístas, trabajadores y chantas. En definitiva, argentinos hasta la médula.
Así, al menos, lo refleja la encuesta realizada para Clarín por el estudio Graciela Römer y Asociados, que indagó por el país entre argentinos de 18 a 70 años buscando respuestas a una pregunta tan básica como saber quiénes somos, y cómo somos, los argentinos que hoy estamos celebrando los doscientos años de una historia común, tan contradictoria como nosotros mismos, tan rica como nosotros mismos, tan apasionante como nuestra gente.
Este trabajo, pensado como una gran radiografía para ayudarnos a entender más esta historia de ser argentinos, termina por reflejar que en nuestra personalidad hay muchos más rasgos positivos que negativos. Y no se trata de ver el vaso medio lleno, sino que en cuestiones claves (política, democracia, familia y vida cotidiana, por ejemplo) hemos avanzado mucho en estos años como sociedad constituida.
En algunos puntos, como se verá en los gráficos de las páginas siguientes, habrá sorpresas. Y algunos estarán más de acuerdo con unos resultados que con otros. Y otros se preguntarán quiénes pueden haber elegido una opción determinada. Pero todos, de una manera u otra, y siempre bajo aquel gran paraguas de la contradicción permanente, conforman, conformamos, esta entelequia llamada "argentinos".
Para esto, basta un ejemplo al pasar. A la hora de preguntarle a los encuestados por la personalidad pública que más nos representa, los dos más votados fueron Diego Armando Maradona y René Favaloro. ¿Acaso puede haber algo más contradictorio que estas dos personalidades, tanto en lo que hicieron como en lo que representaron? Sin embargo, los dos juntos sí conforman eso que sin lograr definir se ha dado en denominar la argentinidad. Jorge Luis Borges, Lionel Messi, Marcelo Tinelli, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Perón y Gardel siguen, en orden decreciente, en la lista, en un ranking que, de nuevo, nos vuelve a poner frente al espejo de qué y quiénes somos.
Buceo por la psiquis
Pero si elegir la personalidad más representativa resulta en un ejercicio digno de bucear en nuestra psiquis más profunda, definir el cómo somos es una tarea aún más ardua. Porque, según nosotros mismos, somos, y en este orden, chantas, solidarios, agresivos, trabajadores, haraganes, mentirosos, patriotas, honestos, afectivos, agrandados, tradicionalistas, egoístas, inteligentes, obstinados, alegres y maleducados. Y cuando tenemos que elegir entre dos opciones, decimos que somos más transgresores que respetuosos, más improvisados que previsores, más generosos que egoístas, más intolerantes que tolerantes, más alegres que tristes, más emotivos que racionales.
Por supuesto, como en todo sondeo, uno puede coincidir o no con la opinión de la mayoría pero, si de aplicar los resultados de la encuesta se trata, nadie debería hacerse muchos problemas porque, a la hora de definir la sociedad argentina, decimos que somos más democráticos que autoritarios, por ejemplo.
De hecho, en los últimos 15 años la democracia, como luego analiza Graciela Römer, se ha afianzado como el modelo preferido de gobierno: pasó de un 77% de apoyo en 1995 a 90% en 2010. Un dato no menor que refleja, al menos, la confianza en un sistema de gobierno que ni las crisis coyunturales, las cotidianas o las profundas como la de 2001, lograron restarle apoyo popular.
Dos datos políticos más para saber cómo somos y cómo pensamos: somos más estatistas que en los 90, pero menos que hace 10 años. En 1991, el 35% de los consultados creía que había que tener una mayor intervención del Estado, cifra que subió al 62% en 2000 para caer este año al 56%. Y, a la vez, casi el 60% cree que el país debe honrar sus compromisos y pagar la deuda externa.
Pero, además de tratar de saber cómo somos los argentinos, el trabajo también buscó bucear, para tener una radiografía completa, en qué pensamos sobre el futuro del país. Y otra vez hay señales para el optimismo: casi el 60% cree que en 10 años seremos un país en crecimiento e integrado al mundo, mientras que en 2000 apenas el 33% lo creía. Claro que, como parte de esa contradicción permanente a la que hacíamos referencia al comienzo, cuando las opiniones se bajan de las ideas al campo concreto la cuestión cambia, y mucho. Sólo un ejemplo: cuando se preguntó a los consultados sobre si se irían del país, el 70% dijo que se quedaría. Pero cuando se les amplió la pregunta a qué sería mejor para sus hijos, el 60% dijo que para ellos sería mejor quedarse. En limpio: una amplia mayoría cree que el futuro de la Argentina será muy bueno, pero a la hora de pensar en el futuro de sus hijos esa postura, aunque sea más alta que en otros tiempos, ya no parece tan sólida.
Futuro cierto
Pero para que ese futuro no sea tan claro, no todo tiene que ver con el porvenir económico ni con la solidez del país. De hecho, la inseguridad se plantea como el principal problema a resolver: casi 7 de cada 10 argentinos señala a la inseguridad como el principal problema del país, lo que se condice con que 4 de cada 10 dice haber sufrido un hecho de delincuencia en los últimos seis meses. Lejos de ser una "sensación", la inseguridad aparece así como un tema central para los argentinos del Bicentenario. En segundo lugar de los principales problemas del país vuelve a aparecer el desempleo, mencionado por el 46 por ciento de los encuestados.
Sin embargo, más allá de los temores, hay algo que sí nos define a los argentinos: el amor por la familia. ¿Qué es lo más importante de la vida? Tener a la familia cerca. ¿Qué lo apasiona más en la vida? Estar con la familia. Sin diferencias de estratos sociales o grupos etarios, la familia se confirma así como una institución, formal o informal, que sigue siendo el centro afectivo para los argentinos.
La encuesta deja mucha más tela para cortar. Sólo algunos enunciados: somos más machistas que nunca, Boca no es la mitad más uno pero sí la mayoría, el inicio sexual está entre los 16 y los 19 años, los hombres son mucho más infieles que las mujeres, el aborto debería ser permitido en ciertos casos, somos creyentes pero no tanto como para ir a oficios religiosos, estamos satisfechos con nuestra vida afectiva, endiosamos al lavarropas por encima de cualquier electrodoméstico, preferimos la casa al auto si nos ganamos la lotería, no nos importa la marca a la hora de comprar ropa y no somos muy adictos a la lectura (el 80% leyó menos de dos libros en un año).
Datos más, datos menos, así somos. Ni buenos ni malos, ni santos ni demonios. Esto somos, así nos sentimos, así nos vemos, duros con nosotros, autocríticos al extremo pero a la vez esperanzados en un futuro más benigno, en un país más estable, en una familia que nos rodee, en un país mejor. Esto somos, ésta es nuestra radiografía, nuestro hoy. Esto somos, ni más ni menos, los argentinos del Bicentenario.

¿Qué es ser argentino?
MESA DE LOS GALANES DEL BAR EL CAIRO DE ROSARIO, DONDE FONTANARROSA TOMABA CAFE
Ricardo "Negro" Centurion, Folclorista
Los argentinos somos catedráticos en el tema que aparezca. Nos vamos de una punta a la otra, según quien nos chumbe. Pasamos de ser los mejores del mundo a lo peor. Me acuerdo haber dicho alguna vez '¡qué país de mierda que tenemos!, esto en Europa no pasa', pero sí pasa.
Tenemos las mejores mujeres, la mejor carne, el mejor fútbol. Debe tener que ver que no nos quisimos reconocer como hijos de inmigrantes y eso nos dejó en una nebulosa que heredamos.
Depende del que te pregunta: si alguien te encara mal, le decís que somos los mejores, pero si otro te dice 'qué gente buena', le retrucás: sí, pero no nos conocés a todos...
Ser argentino es decirles a todos los pesimistas amargos un pensamiento que acuñó el "filósofo" Augusto Pantarotto, un arquitecto, que decía: 'Es mentira que seamos un país de pelotudos, no están todos los pelotudos acá, no nacen geográficamente, pelotudos hay en todas partes del mundo'.
Pasa igual con los buenos, los regulares y los malos, están en todo el mundo, el problema es el poder que le damos a cada uno de los rubros.

EL HOMBRE QUE MEJORA LOS PASOS
Fidel Aquino, lustrabotas
Me siento bien argentino cuando puedo mantener a mi familia. Amo a mi país. El problema es que estamos muy divididos. Salís de Buenos Aires y la gente tiene muchas necesidades, y no debería ser así.
Me hace sentir más argentino el turista, porque valora lo que nosotros no valoramos. Dice ¡qué país tienen!

ARQUITECTA DE TONELES
Eliana Bormida, Diseñadora de bodegas
Pertenezco a esa mayoría que piensa que no hay líderes ni ideales. Y no es que estemos anestesiados, estamos revueltos, confundidos y descentrados.
Ser argentino es un sentimiento difícil de traducir. Es orgullo por salir adelante. Pero somos un sujeto social complejo, donde conviven actitudes de miseria y de grandeza.

SECRETOS DE ESTAÑO
Pedro Álvarez, mozo del Florida Garden
Me siento más argentino cuando los políticos hacen las cosas bien. Es un lindo país, más allá de los altibajos.
Vivimos tranquilos, cuando en otros lugares viven en guerra.
Yo, encima, tuve la suerte de que nunca me faltó trabajo. Eso me hizo sentir siempre muy argentino.
En el bar escucho de todo, pero nunca eso de 'yo no quiero ser argentino'.
Tenemos que festejar el Bicentenario, espero que la gente se enganche con los festejos.
Nosotros mismos siempre usamos la escarapela en la chaqueta, porque me gustan mucho los días patrios.

MADRE DEL DOLOR
Silvia Irigaray. Su hijo, Maxi, fue asesinado el 29 de diciembre de 2001
Me voy a sentir más argentina el día en que nuestra asociación cierre, por el fin de las muertes por la inseguridad. Lo mejor que podemos hacer nosotras es abrazar, contener, escuchar a la mamá que pierde a su hijo por la violencia injusta y el gatillo fácil. Igual estoy orgullosa de la identidad nacional, el país no tiene la culpa de lo que me pasó.

UNA VOZ EN LA CORDILLERA
Andrés Gabrielli, periodista de Radio Nihuil
No me sale enarbolar la escarapela, ni me gustan los temas patrióticos, porque dividen a la gente. Aquí tenemos relaciones, incluso coloniales, con los chilenos, que implican cierto 'patrioterismo' de uno y otro lado. Entiendo que los pueblos necesitan de los relatos históricos para forjarse, pero a mí el Bicentenario no me mueve un pelo.

EL VIOLINISTA
Eduardo Ludueña, de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
Ser argentino es luchar todos los días por lo que uno quiere. Como cuando leemos una partitura o seguimos al director y prevemos la nota o el pasaje siguiente, deberíamos, como sociedad, pensar siempre un poquito más adelante, ser creativos e imaginar alternativas a las situaciones que estamos viviendo. Y con un poquito más de humildad.
Me siento más argentino cuando toco un tango. Formar oyentes y músicos entre las jóvenes generaciones es fundamental. Plantearlo todos los días, para generar un cambio a largo plazo, sería muy valioso. Pero falta apoyo a la cultura nacional.

UN PULMON SOBRE RUEDAS
Arturo López, camionero, lleva oxígeno a los hospitales de todo el país
Este país es fabuloso, no lo cambiaría por nada del mundo. Hay lugares hermosos, que la gente ni sabe que existen. Muchos se amontonan en una playa o se van a Brasil, pero acá hay de todo para disfrutar en vacaciones y compartir vivencias con gente buena.
Fui colectivero de la 60, pero la Capital me cansó, mucho quilombo, mucho tránsito, robos. La Patria es también el interior del país.
Convertirme en camionero fue un alivio para mí, me fascina andar por las provincias. Y ahora, encima, hago algo importante: me dedico a salvar vidas, porque si yo no llego, mucha gente no respira, ja, ja, ja.

UNA GACELA EN EL COLON
Maricel de Mitri, primera bailarina
Siempre sentí ser argentina como algo exótico, multicultural, lleno de riqueza y con algunos vicios también pero, sin dudas, es mi lugar en el mundo.
Me cruzo a diario con talentos, con deseos de cambio, de crecimiento, de nobleza.
Nuestra patria de 200 años es muy joven. Tal vez por eso siento nuestra identidad algo adolescente, llena de contradicciones y con un rumbo indeciso. Así, actitudes que son virtudes, como la capacidad de adaptación, la creatividad para la supervivencia o el dominio de la improvisación pueden, al mismo tiempo, ser obstáculos para planificar estructuras sólidas y existe dificultad a la hora del trabajo en equipo.
Esas cosas nuestras, de desordenados, de cruzar por el medio de la calle, de hacer las cosas como no se deben, son encantadoras en muchos lugares y hasta uno mismo dice 'qué bueno, qué bien, qué relajados que somos'.
Sin embargo, para lo que hace a una estructura de país en el que se pueda convivir con tanta gente, con tanta diversidad de necesidades y de posibilidades, termina siendo una dificultad.

LA LEY DE LA EXPERIENCIA
Aída Kemelmajer de Carlucci, jueza, 26 años en la Corte Suprema mendocina
Para nosotros, ser argentinos es sentirnos hijos de los inmigrantes, con nuestras raíces, pero echadas por ellos, nos sentimos parte de esa tradición inmigratoria.
Nosotros somos una Justicia más democrática, de puertas abiertas, pero, a su vez, somos una Justicia más desprestigiada.
El problema de nosotros, los argentinos, es que no sabemos trabajar en grupo. Lo mejor son nuestras individualidades. Y lo peor es esta falta de visión grupal en el trabajo.

ALTAS CUMBRES
Walter Bressia, enólogo
Trabajamos 20 años para decir con mucho orgullo que uno es productor de vinos argentinos.
Eso significa que se ocupa un lugar en el mundo, que no somos desconocidos, que formamos parte de una exportación que define al país.
Creo que estamos haciendo patria desde una Argentina empresaria.
Vemos, sin embargo, que el mensaje político que enviamos como país no acompaña ese esfuerzo que hacemos como industriales.
Tendría que ser un esfuerzo complementario, de ayuda mutua y objetivos comunes, creo que en eso podemos mejorar, siempre se puede mejorar.

LA HERRERA
Ángela de Sabando, artista del metal
Ser argentina en este tiempo es difícil, porque siento que en muchas cosas estamos involucionando. Estas técnicas, como la herrería, se están perdiendo. La cultura del trabajo, también, cuando el trabajo curaría muchos de nuestros males.
Pensé alguna vez en irme, pero no es fácil.Venderíamos muy bien nuestros productos en Europa, tendríamos un auto cero kilómetro, plata y otra forma de vida, pero estar acá tiene otro precio. No en dinero, pero dejar toda tu cultura, tu país...
Yo tengo mis redes acá. Me dan fiado, la familia te ayuda. Son redes que son las que te apoyan cuando pasan crisis. El carnicero, el verdulero... Acá soy Angela, y allá no, sos la sudaca.
Les digo a mis hijos que estudien, pero también que aprendan un oficio, porque la habilidad les queda para siempre, por más que se produzca una crisis.

COLORES EN LA PIEL
Mariano Antonio, tatuador de famosos
Ser argentino es apostarle al país, con pequeños o grandes proyectos. Hay que poner esfuerzo y creer.
Algunos, en los últimos años, fomentan el no trabajar y eso se cambia apostando a la educación.

TESTIGO DE DOS CENTENARIOS
María Angélica Nan Ovejero, 106 años, monja
Ser argentina es rezar por todos, aceptar al otro y saber perdonar. Es darle un pan al que lo necesita y ayudar al hermano, por más que sea de otro partido político.
La democracia es eso, tener dos panes y dar uno.
Yo era una nena de seis años en 1910, me acuerdo de la gente que festejó en las calles, del cometa Halley y de los hombres que encendían los faroles.

JOVEN PROFESIONAL
Laura Iannazzo, relacionista pública
Ser argentina es vivir y pelear por nuestro país. Tener la esperanza de que alguna vez vamos a lograr la estabilidad económica, social y política. Es acostumbrarnos todo el tiempo a los cambios.
Me enorgullece que este país haya abierto sus puertas a tantos inmigrantes, que fueron todos bien recibidos, se integraron y, junto a los argentinos de esa época, construyeron el país que tenemos ahora.
Me gustaría que nos respetemos un poco más.

EL GENDARME DE USPALLATA
Omar Isasi, Comandante, segundo Jefe del Escuadrón 27, de Punta de Vacas
Aquí, al pie de la Cordillera de los Andes, me siento muy argentino: es uno de los lugares donde uno se siente que está haciendo patria. Y muy particularmente en el invierno, que es cuando se complica.
Ayudamos a los camioneros a que puedan salir del atasco en la nieve y transportar sus mercaderías. De esa manera, pienso que colaboramos con el crecimiento económico del país.
Estoy convencido de que el crecimiento de un país tiene que ver con la mejora de los caminos y los pasos internacionales, para llegar a lograr que, tras un temporal de cuatro o cinco días, estas personas puedan llegar a destino y regresar con sus familias.
Me siento menos argentino cuando alguien comete un error y se niega a reconocerlo.

CUERO DURO
Fredy Domínguez, talabartero de San Telmo
Algo que recogí viajando por el exterior, y me llena de orgullo, es que me hayan dicho: ¡Qué nivel de conciencia y participación política que tienen en la Argentina!
Eso quiere decir que no sólo somos reconocidos por la soberbia.
Por mi historia, me identifiqué con el deporte argentino, con los campeones de box. Mi viejo boxeó y yo de chico seguí a Accavallo, Locche, Monzón, Bonavena.
Me gustaría que las próximas generaciones tengan objetivos e ideas frescas para hacer el recambio. Esa es una de las deudas.

EL SOLDADO SOLIDARIO
Rubén Rada, veterano de Malvinas
Ser argentino es complicado. Hay mucho desencuentro. Belgrano era un capo, pero lo único que dicen de él es que creó la bandera; San Martín hizo miles de cosas, pero lo representan en forma simplificada, en el cruce de los Andes; Moreno parece que se murió de un ataque al hígado... El desencuentro impide que se cuente ampliamente la verdad histórica. Esos tipos eran revolucionarios. San Martín cruzó la Cordillera escupiendo sangre, por eso lo bancaron los soldados. Y ¿qué le pasó?, no pudo volver nunca más.
Es muy raro ser de acá: cuando hablás de bandera sos un facho y cuando hablás de pobres sos un zurdo.
No hay que reconquistar las Malvinas con fusiles, sino con 500 universidades públicas, miles de escuelas, trabajadores soberanos. Si hacemos eso, los pibes traen a las islas de vuelta.
Pero, a pesar de todas las que pasamos, está bueno ser argentino, la vaquita sigue dando leche y el desafío es ese, que el reparto llegue a todos. Por eso cocinamos para los pibes de la calle y rompemos las bolas. Malvinas es una gran excusa para la unidad nacional, que los de abajo nos merecemos.
Está bien festejar el Bicentenario y tirar fuegos artificiales, pero estaría mejor que repartan libros de Castelli, San Martín, Mariano Moreno y Belgrano.

EL FUTURO EN TUBOS DE ENSAYO
Diego Golombek, neurocientífico
Llevo el ser argentino como el caparazón de la tortuga.
Es una sensación muy fuerte de pertenencia, de saber que formás parte de un engranaje en el cual todas las piezas cumplen alguna función.
Podemos reconocernos un poco más en los defectos que en las virtudes. Hay defectos colectivos que uno comienza a amar/odiar, es un tema inagotable.
Ese culto al azar, a la improvisación, a la falta de horarios, a la falta de respeto por el otro... Finalmente, terminamos atando las cosas con alambre en todos los órdenes de la vida y la ciencia no está ajena.

UN HOMBRE SENTADO AL PIANO
Eduardo Massone, pianista y Licenciado en artes musicales
El argentino tiene características muy buenas, dificilmente se encuentre a gente más eficaz, capaz de hacer muchas cosas en poco tiempo.
Sin embargo, hay cosas negativas, como la violencia y la intolerancia.
Creo que, en estos 30 años de sucesión democrática, tendríamos que haber avanzado en una solución.
Lo mismo para las cosas cotidianas, como respetar al peatón que cruza la calle.

EL ARTE Y LA RAZON
Silvia Rubinson, pintora y psicoanalista
Me encanta el castellano, me encanta la literatura. En cuanto a las dos vocaciones que tengo, que son el psicoanálisis y las artes plásticas, la Argentina es un país donde hay muchos y muy buenos maestros, lugares de enseñanza, sitios para expresarse, para dar.
Si bien eso no tiene tanto reconocimiento del Estado, la gente es increíble: creativa, luchadora, que va al frente. Eso me emociona, así como la cultura del bar y la amistad.

GUITARRISTA DE MONTAÑA
Raúl "Tilín" Orozco, puestero y socio de Gustavo Santaolalla
Tengo todo para ser argentino: la bondad y la maldad in situ, y la música, y la montaña, y el fuego. Lo que quiero, lo que no quiero...
Formamos un país muy joven, con todos los inconvenientes que trae la pubertad y la juventud, de ser un poquito arrebatados, de estar equivocándonos y aprendiendo.
Me siento menos argentino cuando nos queremos hacer los norteamericanos o los europeos.

LOS COFRES DE LA FANTASIA
Rubén "Corcho" Goldberg, librero del año
No podemos hablar del Bicentenario si no hablamos de libros. Moreno tradujo a Rousseau, Belgrano leía muchísimo. No hay revolución sin libros. Yo, con cierto humor e ironía, digo que 1810 fue una fiesta de porteños, porque 1816 es cuando se reúne el país, en Tucumán. Hoy, felizmente, creo que el Bicentenario es un hecho nacional.

JUVENILIA
Enrique Montes, profesor del Nacional Buenos aires
Para mí ser argentino es comprometerse, luchar por alcanzar una mejor calidad de vida y pensar que lo que pasa no es sólo culpa de los demás, sino que uno es artífice de su propia realidad. No sé si el mundo adulto les transmite ese concepto a los jóvenes, que ven el tema de la identidad bastante apáticamente.

EL QUE REMA EN EL RIACHUELO
Alejandro Mamani, botero
Soy descendiente de italianos, toda gente de trabajo, mi bisabuelo fue el primer botero entre La Boca y la Isla Maciel, hace 150 años.
Ellos fueron los que me inculcaron el amor por el trabajo y por este país.
Yo siempre hice algún trabajito, desde que tenía ocho años, y no porque necesitara, porque la verdad es que nunca nos faltó nada, pero era una forma de aprender a ganarse la vida en el futuro.

LA QUERIDA "POCHA"
Celia de La Rosa, auxiliar de una escuela
Para mí es un orgullo ser argentina porque nací acá. Soy hija de españoles y también ciudadana española, pero a mí me tira la Argentina. Acá hice mi vida, mis 84 años los viví acá, en San Telmo. Y me siento argentina cuando estoy entre medio de los chicos, mis amores.

LA MIRADA DISTINTA
Roberto Zaldívar, oftalmólogo de nivel mundial
Ser argentino es adecuarse a una vida repleta de vaivenes. Siempre tuve la esperanza de que nos acercáramos al Primer Mundo, pero padecimos demasiados altibajos. Los de mi generación hemos vivido la cantidad de variables más grande que una persona puede tener en una vida.
Falta que los gobiernos se complementen, no al revés.

EL DIPUTADO DEL MILAGRO
Jorge Rivas, socialista, sobreviviente de la inseguridad
Ser argentino es un sentimiento difícil de traducir en palabras, pero podríamos decir que se siente un gran orgullo por varias razones, pero, tal vez, la fundamental sea nuestra capacidad como sociedad para sobreponernos a las adversidades. Somos un sujeto social complejo donde conviven actitudes de miseria y de grandeza. Y tenemos una mayoría trabajadora silenciosa por la que siento mucho afecto.
Me parece que entre otros defectos somos peligrosamente desmemoriados, volvemos sistemáticamente a tropezarnos con la misma piedra y no lo digo por nuestra historia remota sino por la reciente. Casi que nos acostumbramos a convivir con la adversidad, tanto, que cuando no la tenemos, la extrañamos. Sería interesante que nos tornáramos más previsibles. Sin duda, eso nos haría vivir mejor.

SUERO Y AMOR
Marcela Rojas, enfermera del hospital de niños de La Plata
Vine desde el Chaco muy jovencita y, con mucho esfuerzo, logré una licenciatura y un título de posgrado. Por eso pienso que cuando uno se lo propone puede conseguir sus objetivos. Eso es lo que me hace sentir argentina.
Sueño con un país de oportunidades para todos, donde haya mayor equidad y trabajo.

CUSTODIA DEL PROCER
Elvira Buccolo, historiadora y directora de un archivo que guarda documentos de San Martín
Estamos en un momento histórico. Todo lo que hagamos estos días va a pasar a la posteridad.
Es mi tarea evitar que haya confusión entre el 25 de Mayo y el 9 de Julio. Se cumple el Bicentenario del primer gobierno patrio. Y recién en el 2016 vamos a tener el Bicentenario de la Libertad, de la Independencia.

UN AMIGO DE BORGES
Félix Della Paolera "Grillo", poeta, traductor y periodista
Ser argentino es un esfuerzo cotidiano, porque cada día uno trata de ser optimista, pero se lo impiden los sucesivos gobiernos. Igual, uno nunca renuncia a su identidad.
Me hace sentir orgulloso aquello referido a la cultura. Por ejemplo, me acuerdo que, en París, entré al museo Pompidou y vi que la sala de lectura se llamaba Jorge Luis Borges. También hay un hotel que tiene en la entrada dos placas, una dice: "Aquí murió Oscar Wilde" y la otra: "Aquí solía hospedarse Jorge Luis Borges". Me parece que son datos relevantes de nuestra identidad cultural.
Lo que no me agrada es la manía de los gobiernos de querer perpetuarse en el poder, en vez de atender los problemas. Con la tercera parte de la deuda, por caso, podrían construirse 3 ó 4 millones de casas.

LA RESERVA DEL MUNDO
Marta Ghidella de Hurtis, geofísica del Instituto Antártico argentino
Me siento argentina al encontrar caras y expresiones familiares en todo el territorio. Y me emociono hasta las lágrimas por mi país, al sentir siempre el deseo de renovar la experiencia de ver y sentir los Andes australes, el canal Beagle, la Isla de los Estados, el pasaje de Drake y la península antártica.
Me agrada la geografía del país y la amabilidad que hay entre la gente. También la riqueza de nuestra historia, los institutos de investigación y los laboratorios.
Me disgusta la frivolidad y la corrupción tan generalizada.

EL CUIDADOR DEL MONUMENTO A LA BANDERA
Ricardo Vargas, ascensorista y jefe de mantenimiento
Para mí es un orgullo ser argentino. Tenemos un país maravilloso. Están haciendo todo lo posible para tratar de fundirlo, pero no pueden.
Hay que seguir trabajando y darle para adelante, lo que pasó, pasó.
Mi servicio a la Patria es muy modesto: mantengo en buen estado este lugar. Eso sí, les pido a los chicos que no escriban las paredes.

LA SEÑORA DE LA TONADA
Juanita Vera, cantante
Me siento argentina cuando canto, es algo que me gusta y, está demostrado, hace bien al alma.
Cuando canto, transmito todo. Y me emociono con el tema 'La calandria prisionera'.
Hemos vivido penas y alegrías en este querido país. Pero para mí, el secreto es vivir unidos, muy unidos.

DESDE LA CIMA
Heber Orona, montañista
Cada vez que hago cumbre siento una tremenda emoción, porque más allá de saber que he logrado mi objetivo y mi desafío, después de un esfuerzo muy grande, siento que estoy representando a un país.
Allá arriba -del Aconcagua o del Everest- , me digo: 'Si yo lo pude lograr, lo podemos lograr todos'.
Gran parte de las montañas las tenemos en este país y son como mi casa. Un casa hermosa.

LAS MENTES DEL FUTURO
Faustino Chirino, alumno secundario
Desde el Himno hasta Charly García me emociona todo. Es un país enorme, me enorgullece el arte y la cultura que, si bien está bastante herida, es maravillosa.
El ser argentino es una construcción complicada porque es la culminación de un proceso histórico complejo, a lo largo de estos 200 años... poco a poco fuimos construyendo nuestra identidad como Nación.
Es muy lindo sentir la Patria dentro de uno.

GRANITOS REBELDES
Rebeca Rubinson, dermatóloga
Cuando viajo al exterior por algún congreso médico, me siento feliz de ser argentina, porque reafirmo el nivel de los profesionales de mi campo y que hacemos las cosas bien, a pesar de todos los obstáculos y los escasos recursos.
Podemos trabajar de igual a igual, somos miembros de academias internacionales, nos invitan y nos reciben gustosos en cualquier lado.
Lo que me duele, eso sí, es la miseria, la desigualdad y que digan que no somos un país creíble.

AYUDA A CONSTRUIR
José Meliton Sequeira, ladrillero
Es un orgullo muy grande ser argentino. No tengo tan presente el aniversario, 200 años... Hay de todo en este país, ni hambre falta, nada.
Puede ir a la escuela, hasta tercer grado nomás, y salí a trabajar a los 13 años. Nací en Santiago del Estero, en Salto de Julio, departamento Ojo de Agua. Y somos nueve hermanos: cinco varones y cuatro mujeres.
Mi trabajo es hacer barro y después cortarlo. Apilarlo, llevarlo al horno, quemarlo y recién después sale el ladrillo. Hacer el horno lleva cuatro meses. Es lo que hago por mi país.
Pagan poco. Por mil ladrillos pagan 55 pesos. Yo hago mil, mil doscientos, mil trescientos por día. Hay mucha gente en negro, lamentablemente, no hay otra. Eso tendría que cambiar.

LOS OBJETOS DE SAN TELMO
Roberto Santostefano, anticuario
Me siento argentino cuando puedo reconocerme en la historia, mirando el pasado, la gente que fundó este país, de toda clase y color, porque el que desprecia la historia, desprecia todo.
Lo triste es no ver a la Argentina floreciente, como tendría que estar, por las malas administraciones y por haberle sacado los libros a la gente. Mi esperanza es que alguien se ocupe de eso y de todas las cosas que pasan.
Pido que los gobernantes sean honestos y que los chicos puedan estudiar sin tener problemas, sin tener que pedir por la calle. Eso es lo que más me avergüenza, los pobres, los que no tienen ni para comer un plato de sopa.

ABUELA DE PLAZA DE MAYO
Sonia Torres, 80 años
Lo primero que se me ocurrió es relacionar la gesta de Mayo con la lucha de generaciones posteriores que levantaron las mismas banderas y, muchas veces, pagaron con su vida.
Como argentina y como Abuela de Plaza de Mayo, creo que es un momento para reflexionar y también para soñar. Soñar que pronto vamos a devolverles a los 400 nietos que aún nos faltan su verdadera identidad.
Nosotras necesitamos terminar la búsqueda, porque el tiempo de las Abuelas inexorablemente se acaba.
Mi anhelo más grande es encontrar a mi nieto, para recrear en su carita esas caras que quedaron congeladas hace 34 años. Lo único que espero es encontrarlo. Lo busco, lo llamo... amanezco con la esperanza intacta de que algún día lo voy a encontrar.

POLITICO DE PROVINCIA
Carlos Balter, Partido Demócrata
Plantarse frente a la adversidad, eso es ser argentino. Y es reconocer que el Bicentenario nos encuentra con muchas cosas pendientes, en un país que aún tiene que integrarse y atender muchas situaciones con su gente.
Si uno piensa en Saavedra Lamas, Leloir, Milstein o en Borges, Julio Bocca o Del Potro, es muy fácil ser argentino. Pero si pensamos en el grado de marginación, de pobreza, en la falta de posibilidades, de educación, la verdad es que resulta mucho más difícil.
Hay que tratar de ayudar en el esfuerzo colectivo de un país que le debe oportunidades a una cantidad enorme de excluidos que tenemos. Ser argentino es buscarle la vuelta a ese problema, entre todos.

La familia, un ancla en los afectos
Cualquiera diría que las tres cosas que más nos apasionan son el fútbol, el tango y los buenos asados. Sin embargo, cuando a los argentinos se nos consulta específicamente, las respuestas son bien diferentes. Lo que se prefiere, por mucho, es estar con la familia y más aún cuando las edades son mayores. En el caso de los hombres, el deporte se arrima, pero queda muy cerca de disfrutar con los amigos o viajar. Lo que aparece inmediatamente después como foco de interés de varones y mujeres en los sectores económicos medio y medio bajo es ganar dinero en juegos de azar. La vivienda propia sigue siendo una prioridad para todos. Por eso cuando se pregunta qué le gustaría hacer con el dinero si tiene la suerte de ganar la lotería, un 70% compraría una casa. Después vienen un viaje y un auto.

En salud, más cerca de curar que de prevenir
Decía René Favaloro que "los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías". Mientras esperamos que ese lento proceso se concrete, la mayoría de los argentinos está más atenta a las situaciones irreversibles que a pautas de prevención. Poco más de la mitad de los consultados conoce cuál es su nivel de presión arterial, y el 47% sabe qué índice de colesterol tiene. Para el 60%, la principal causa para visitar al médico es la dentadura y luego los chequeos por problemas cardíacos. Decimos que "la salud es prioridad", pero cuando nos sentimos mal y no es tan grave, nos automedicamos con remedios que tenemos en casa.

El sexo, el amor, la fidelidad y el matrimonioQuizás no estén exentas de hipocresías, pero las afirmaciones que los argentinos hacemos sobre los temas relativos al sexo revelan una progresiva liberalización. La iniciación sexual se ubica entre los 16 y los 19 años, y la mayoría de quienes están en una etapa activa dicen tener relaciones con su pareja entre 3 y 4 veces por semana. Pero tal vez lo significativo se ubique en una cuestión de concepto: en forma abrumadora -aunque más los varones que las mujeres- se expresa que a la sexualidad "hay que disfrutarla sin prejuicios". Y eso sucede cuando todavía es levemente predominante el pensamiento acerca de que para tener sexo uno debe estar enamorado. Ante la pregunta sobre qué se espera de la pareja, respeto y valoración pasaron a ser lo más importante, relegando a la fidelidad.
Problemas comunes, temores compartidos
En otros momentos históricos el orden puede haber sido distinto, pero hoy la inseguridad, la situación económica en general y la desocupación en particular, aparecen en el criterio mayoritario de los argentinos como los tres principales problemas del país. Es que la delincuencia pega fuerte: el 36,7% de los consultados afirmó haber sufrido algún hecho de ese tipo. Sin embargo, cuando se pregunta "¿a qué le tiene más miedo?", las respuestas "a que se enferme un ser querido" y "a sufrir un asalto" se equiparan en número. Luego viene la falta de futuro para los hijos, caer en la pobreza y perder el trabajo. Ante una pregunta sobre las expectativas laborales, las respuestas varían según los segmentos socioeconómicos de los encuestados. Ahora lo que más se espera del trabajo es obtener satisfacción económica y le siguen crecimiento profesional y estabilidad.

Un debate abierto y sensible
Con influencia de las posiciones que dicta la religión, el debate sobre la legalización del aborto encuentra a la mayoría de los consultados en un lugar intermedio.
Es que el eje de la discusión ya no pasa por si debería permitirse libremente o no, en cualquier circunstancia. El criterio más extendido, y lo muestra el cuadro sobre la evolución del pensamiento sobre el aborto en el área metropolitana, es que se autorice esa práctica sólo en ciertos casos como violación, malformación del feto o riesgo de vida para la madre.
Preguntados por la religión que profesan, ese segmento contiene la adhesión de un 58% de personas que se declararon católicas. Quienes sostienen que no debería permitirse el aborto en ningún caso reúnen hoy el 15% de las opiniones, de las cuales el 49% profesan creencias evangélicas.

Los consumos culturales, en la ola mundial
Una sociedad puede definirse por sus consumos culturales y la argentina no es una excepción. Siguiendo la tendencia mundial, alrededor del 49% de la población se ha incorporado al uso de Internet. Son en su mayoría menores de 55 años de clase media o media alta. Pero todavía sigue predominando la televisión en su doble función de informar y entretener. Así, cuando se pregunta cómo se entera de los hechos de la actualidad, el 70% responde "por TV". Luego le siguen la radio y el diario. El 84% de los argentinos ve televisión entre 1 y 5 horas por día. Así se entiende que en el último año, más de la mitad no haya leído un libro y que el 38% casi nunca, diarios o periódicos. Pocos recuerdan a Borges: "Muchos se jactan de los libros que han escrito, a mí me enorgullecen los que he leído".

La pasión futbolera, un clásico
Pasaron los años, el deporte se hizo cada vez más profesional y los colores de la pasión futbolera se ajustan ahora a las modernas exigencias del marketing. Los pequeños clubes de pueblo y hasta los equipos de barrio tienen sus clásicos ardientes con hinchadas fieles y seguidoras.
Pero la vieja rivalidad que nació porteña y se extendió a todo el país no puede ser superada. Boca y River, las mayores divisas con sus respectivas diferencias en distintos segmentos socioeconómicos, ganan por goleada en las preferencias de los argentinos.
Es que Boca y River, por sí solos, simbolizan esa subcultura de la pelota en la que se reconoce buena parte de la identidad nacional.
La pasión del hincha y el ritual que mueve multitudes han sido maravillosamente retratados por Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa, los dos más grandes escritores del fútbol argentino que, plurales, no eran de Boca ni de River, sino que llevaron bajo la piel las banderas de otros clubes.

Una cultura en la que domina lo masculino
Casi no hay posiciones intermedias. El machismo de los argentinos es una idea que está fuertemente arraigada en el pensamiento de las mayorías y no solamente de las mujeres. Entre los que consideran que el país es "muy machista" y los que piensan que es "algo machista", se llevan el 77,9% de las respuestas.
Pero además, se trata de una tendencia que va en aumento fundamentada por actitudes masculinas que difícilmente puedan ser erradicadas en un corto plazo. Sólo en el área metropolitana, las opiniones de quienes creen que el país es muy machista han crecido de un 32% en el año 2006, a un 49% en este momento.
En cambio, quienes consideran que el país es poco machista han disminuido en estos 4 años del 16% al 10%.
Esto se da, justamente, en un país que desde hace casi tres años tiene como presidente de la Nación elegida por el voto de la ciudadanía, a una mujer.

Una sociedad que todavía sigue buscando sus perfiles
La Argentina se enfrenta, al borde del Bicentenario, con una serie de temas pendientes, donde el pasado sigue teniendo un peso excesivo. Sin embargo, los cambios en la cultura cívica, aunque lentos, ya parecen estar definitivamente consolidados. Una razón para el optimismo. Por: Graciela Römer - Consultora. Directora de Graciela Römer & Asociados
Los argentinos acuden a la celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo con cierta negatividad y desazón cuando de lo que se trata es de describir el presente desde la óptica económica o social, pero expresan mayor optimismo cuando se trata de sus expectativas sobre el futuro del país, especialmente sobre el futuro y la sustentabilidad de la democracia argentina. Los datos de la investigación muestran un panorama complejo, contradictorio y de alguna manera paradojal. Los argentinos piensan -en su gran mayoría- que el país carece de instituciones confiables, que su población adolece de un marcado individualismo y de verdadero sentido de comunidad nacional.
Se muestran escépticos sobre el entramado institucional del país, rasgo que se ha profundizado en la última década. No confían en la Justicia, en las fuerzas de seguridad ni tampoco en los partidos políticos, aun cuando consideran que éstos son necesarios para el funcionamiento de la democracia. Lo interesante es que todo ello se enmarca dentro de un lento pero consistente proceso de cambios en la cultura política de los argentinos, fenómeno que tuvo su expresión más dramática en la crisis de 2001 y cuyos efectos se siguen aún procesando. En tal sentido, los argentinos parecen estar retomando cautamente su vínculo -todavía conflictivo- con los partidos políticos y también, comenzando a privilegiar valores como el respeto por las normas y el control recíproco de poderes en el ámbito de las decisiones públicas. En tal sentido, allí donde alguna vez el pragmatismo y el decisionismo -encarnado en un fuerte liderazgo- fue la orientación dominante en la ciudadanía, hoy comienza a perfilarse una creciente valoración de aquellas cuestiones formales -transparencia, rendición de cuentas, mayor normatividad- en el ejercicio de la cosa pública, temas que otrora eran subordinados a objetivos como la eficacia y la lógica de resultados.
Si en la poscrisis de 2001 la idea dominante seguía la consigna "que se vayan todos" y el rechazo a los partidos políticos era casi excluyente, hoy -aun cuando están cada vez menos interesados y comprometidos con la política- comienza a dominar la idea de que son necesarios. Incluso, que para el mejor funcionamiento del sistema político es preferible algún tipo de sistema de acuerdos de formato bipartidista que la proliferación de partidos políticos. La apertura, la transparencia y la calidad moral de la dirigencia siguen siendo un reclamo importante.
Contradictorios y nostálgicos, emocionales, "familieros" -el espacio donde las identidades y pertenencias se establecen más fuertemente-, bastante conservadores en relación al trabajo, el progreso tecnológico y la educación de los hijos, se muestran más libres en cuanto a su vida sexual.
Tenemos una imagen absolutamente realista de nosotros mismos. Conocemos bien nuestros puntos débiles pero también ponemos en evidencia poca vocación para cambiar. No nos mentimos, pero lo que resulta de ese conocimiento es menos una autocrítica responsable que una actitud infantil y negadora: reírnos o ironizar sobre nosotros mismos como si se tratara de un tercero.
En ese perfil del argentino medio actual, la gratificación inmediata parece ser la manera típica de satisfacer los deseos. Por ello, la propensión al ahorro es baja y, a diferencia de nuestros abuelos que hipotecaban el presente para asegurar la educación futura de su familia, los argentinos, aun cuando siguen creyendo que la educación de los hijos es algo valioso, a la hora de elegir aquellas cosas que privilegiarían si tuvieran algún dinero extra para ahorrar, la educación de los hijos aparece en un muy relegado lugar luego del auto, la casa propia o un viaje.
Esta característica es la que podría explicar esa generalidad que nos caracteriza: el irrespeto por la ley. Es que la subordinación a la ley obliga a adecuar mi deseo a un código preestablecido, a posponer la resolución inmediata del deseo, a tomar en cuenta las necesidades o deseos del otro. Por ello, el argentino siempre encuentra atajos para evadir las normas.
Su capacidad para procesar la realidad según sus propios códigos, como bien observó Ortega y Gasset allá por las primeras décadas del pasado siglo, no parece haber cambiado demasiado. Otro ejemplo: los argentinos creen en Dios y el Infierno pero no aceptan con tanta intensidad -por considerarla arcaica- la idea de que podemos ser premiados o castigados por nuestros actos por un ser superior.
La imagen que los argentinos tienen de la Argentina que les toca vivir dista de ser ideal. Ya no se percibe que el país -como lo fue alguna vez- pueda ser caracterizado como una sociedad móvil, integrada, con posibilidad de progreso y donde el acceso a la educación -como en el pasado-, sea un pasaporte hacia el ascenso social. Argentina dejó de ser para la mayoría una sociedad de clase media y, en ella, el temor a la pobreza y a la exclusión se expande y atraviesa diversos sectores sociales. Es un país donde las grandes pasiones se desvanecieron y en el que la defensa de un ideal ha quedado relegada en el conjunto de cosas por las que vale pelear en la vida.
En ese conjunto de contradicciones y ambivalencias que nos caracteriza como sociedad, nos concebimos viviendo más del pasado que proyectándonos al futuro, confrontando, conduciéndonos a diario con falta de rigor e intolerancia. Es curioso: se trata de características que no pocas veces se asocian con aspectos de la dirigencia política a la que se rechaza visceralmente. Pareciera que rechazamos con vehemencia aquello que sabemos que somos, que quisiéramos dejar de ser y que descubrimos como en un eterno retorno en cada uno de nuestros mandatarios, tanto de los que gobiernan como de los que se ubican en la vereda opositora.
A pesar de ello, y como parte de las paradojas que transitamos, también vamos avanzando hacia posturas más abiertas y flexibles respecto de las reivindicaciones nacionalistas que caracterizaron buena parte de las décadas anteriores. Hoy son mayoría los argentinos que desean que la Argentina y Gran Bretaña puedan llegar a un acuerdo sobre la explotación conjunta de los recursos energéticos descubiertos en el área de Malvinas, antes que endurecer la posición frente a ese país.
La investigación muestra una excelente noticia: somos más democráticos y más republicanos que hace 10 años (aunque todavía más desde el discurso que desde la praxis cotidiana). También, bastante autoritarios en la educación de los hijos. Creemos menos que la libertad es un buen método de aprendizaje para nuestros hijos, que un buen chirlo sea efectivo para transmitir valores.
La Argentina enfrenta el festejo de su segundo centenario con un conjunto de temas pendientes que la atan a un pasado de inestabilidades recurrentes y que la limitan para pegar el salto cualitativo necesario para emprender un desarrollo sustentable.
Con todo, la puesta al día del conjunto de valores y orientaciones dominantes en la Argentina actual es auspiciosa. Los cambios en la cultura cívica de los argentinos es lenta, pero no parece querer dar ya, marcha atrás.

Curiosidades del Olimpo criollo
Los próceres son admirados por ese halo ejemplar que emanan, por sus hazañas, por la tradición escrita y oral que exalta su épica y su ética. Su altura arraiga en los hechos reales que protagonizaron, pero también, como diría el historiador Nicolás Shumway, en la narración que se hizo con ellos. En su mito y en su leyenda, estructurados por quienes los sucedieron.
San Martín encabeza ese Olimpo previsiblemente. Vencedor, estadista y, con los suyos, pacifista. No quiso manchar su espada con sangre de sus hermanos, tras haberla ceñido en tantos combates contra los españoles. Belgrano lo sigue. Su austeridad y su sacrificio encarnaron el ideal patriótico en la victoria, también en la derrota, y quizás, sobre todo, en el final de su vida. "Ay patria mía", se cuenta que dijo al momento de perecer. Encarnó el concepto de Patria como dolor. Después, los próceres se ordenan sucesivamente en la jerarquía pública provista por la encuesta, sin mayores sorpresas aunque sí generando alguna curiosidad. Sarmiento, Moreno, y detrás de él Rosas, se alínean sin transgredir en general el canon transmitido desde la escuela.
Curiosamente, Cornelio Saavedra ocupa el último lugar junto a Juan Perón. ¿Cornelio y Perón un sólo corazón? Es raro: sólo un 1% los consideró próceres. El 99% por ciento, valga la tautología, no.
La lógica del escalafón de los próceres es naturalmente diferente de la que se estructura cuando la pregunta es quién nos representa mejor. La metáfora de la representación es el espejo. Las imágenes, los reflejos que brotan de la encuesta tienen la forma de un caleidoscopio que en un punto no termina de encajar consigo mismo, como algo descoyuntado. Maradona ocupa el trono más elevado, y no es casual que sus personalidades sean múltiples: vencedor en los estadios y luchador irregular contra las adversidades que él mismo supo generarse.
René Favaloro y Jorge Luis Borges lo suceden en este ranking (y sus nombres se reiteran en otros sondeos similares con diferencias porcentuales que no los alejan nunca de la consideración general).
Marcelo Tinelli y Messi comparten un 7%, aunque muy diferentes, forman ambos parte del mundo del espectáculo masivo. Considerados igualmente representativos, difieren entre sí. La hiperlocuacidad de Tinelli es la antítesis de la poca verba de Messi, aunque este habla, literalmente, con los pies. Hablar, como sea, con la boca o con los pies, es definido como representativo. Maradona, en éste caso el primero del listado, conlleva ambas facultades.
Llama la atención por su notoria ausencia el Che Guevara: o no es concebido como representativo de los argentinos hoy o es concebido más como un sujeto global. Lo más curioso adviene entre los menos votados. En un mismo andarivel porcentual conviven insólitamente, la presidenta Cristina Fernández y el ex presidente Juan Domingo Perón. Ambos evaluados como igualmente representativos. Genera curiosidad averiguar en qué se parecen y bajo ellos, en una suerte de cambalache singular, fragmentario, y sintomático, conviven Susana Giménez, Eva Perón y Juan Martín del Potro. Vale la misma reflexión. ¿En qué se parecen una diva histórica, la mítica Eva y el novel deportista Del Potro?
Como sea, ninguno fue concebido como muy representativo. Finaliza la tabla Mirtha Legrand, otra diva, representativa sí, pero para muy pocos. Lo que parece representarnos es el disenso al elegir quién nos representa mejor. La encuesta provee un espejo partido, sin mayor consenso, más partido que compartido y alusivo, si se quiere, a una cuestión irresuelta respecto de la autopercepción de la identidad.

Claves del pasado, para ver el futuro
Por: Ricardo Kirschbaum - Editor general de Clarín
Los dos suplementos especiales que Clarín dedica al Bicentenario tienen distinto propósito en base a una idea central: ¿Cómo somos hoy los argentinos? Y ¿Qué esperamos del futuro? O, mejor dicho, cómo seremos como país en el tricentenario de la Revolución de Mayo.
Cifras tan redondas como los 200 años de aquellos primeros gritos de independencia frente al Cabildo de Buenos Aires despiertan la necesidad casi compulsiva de un gran racconto histórico. Una puesta al día del viaje azaroso que los argentinos iniciamos en la primera ruptura con España y que luego se institucionalizó en Tucumán, el 9 de julio de 1816.
En el Primer Centenario, la Argentina ocupaba el 8° lugar entre los países del mundo. Cien años después, estamos disputando el 57°. Esa dramática caída muestra el empinado tobogán histórico en el que fuimos deslizándonos. Otro dato también concluyente que muestra, sobre todo, la inversión de expectativas, de sueños: a principios de siglo, cerca del 30% de los habitantes eran extranjeros, bajados de los barcos, venidos a esta bendita tierra a construirse su destino; hoy, hay una porción similar de argentinos que piensan que su destino inevitable será emigrar, como lo consigna el economista Ricardo Arriazu en uno de los materiales especiales que integran estos suplementos. Es otra de las reveladoras comparaciones entre un siglo y otro de independencia.
Quisimos constatar cómo somos los argentinos en 2010. Los resultados de esta ambiciosa encuesta exclusiva integran este primer suplemento y son una radiografía completa de la sociedad, mostrando las distintas facetas y las grandes contradicciones que dibujan nuestro perfil actual.
Las respuestas son, en sí mismas, el testimonio de lo que nos pasa como país al que decimos que pertenecemos. La síntesis la interpreta la autora del estudio, Graciela Römer, cuando dice que "los argentinos piensan -en su gran mayoría- que el país carece de instituciones confiables, que su población adolece de un marcado individualismo y de verdadero sentido de comunidad nacional".
Más pasionales que racionales, sin tiempo para pensar más allá de la cotidianidad, los argentinos adoptamos -espero y hago votos que definitivamente- la democracia como el mejor sistema. Eso es un gran logro, aunque sea contradictorio el constante juego entre el apego a las instituciones y el desapego a la ley, algo que también caracteriza a la sociedad.
Con la segunda entrega de Clarín, el martes próximo, ofreceremos un variado menú con diversas entradas y platos fuertes. Son los analistas convocados, todos ellos de indudable jerarquía intelectual, los que se atreven a descorrer los velos del futuro y pronosticar qué será de este país en los años venideros a partir de lo que fuimos y ahora somos. Lo sabíamos de entrada cuando nos propusimos ese objetivo que jugar a adivinar el futuro en la Argentina es una tarea muy difícil y riesgosa.
Dante Caputo, ex canciller de la recuperación democrática con Raúl Alfonsín, piensa que para descubrir qué seremos "precisamos recuperar la idea de que somos algo más que nuestra inmediatez". Hay otras columnas también incisivas y brillantes como las de Beatriz Sarlo, Rodolfo Terragno, Alain Touraine, Carlos Fuentes, Alberto Kornblihtt, Carlos Reboratti, Fernando Pitossi, Héctor Huergo, Silvina Gvirtz, Cristian Ferrer, Ricardo Arriazu, Claudio Tamburrini, que imaginan los próximos 100 años de la Argentina en el mundo, la política, cultura, moda, ciencia, ecología y medio ambiente, medicina, desarrollo agropecuario, educación, entretenimiento, economía y deporte.
Las historiadoras Hilda Sabato y María Sáenz Quesada repasan los momentos auspiciosos y las oportunidades perdidas en este largo camino de 200 años. Camino que es revisitado desde el punto de vista de las ideas, los hechos y los principales personajes en estos dos siglos de nuestra historia. Y Agustina Prieto escribe sobre dos siglos de relación con España.
Miguel Wiñazki, periodista y filósofo, en base a una escena del potente Facundo, de Domingo F. Sarmiento, y de la biografía del general José Félix Uriburu, que derrocó a Hipólito Yrigoyen, describe cierto tono permanente de nuestra identidad. Y habla de la "administración de la rabia" como una dificultosa fórmula de contención que siempre es desbordada dejando salir a "los fantasmas coléricos de la historia" que no descansan en paz.
El país sigue inmaduro. Entre avances y retrocesos, no hemos resuelto todavía nuestras dudas centrales.
Como dice Caputo con agudeza: "¿Por qué habría de existir una nación cuyo pueblo no construye su futuro?".

clarin.com

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