martes, 11 de mayo de 2010

Condenado por un mensaje de Twitter

Ariel Torres
LA NACION
El chiste, como se dice, le salió caro. Mil libras esterlinas, para ser precisos. Unos 6000 pesos.
En enero, Paul Chambers envió un mensaje por Twitter en el que amenazaba con volar el aeropuerto de Robin Hood, en el sur del condado de Yorkshire, si no lo volvían a abrir. Dice que fue una broma. De hecho, el ultimátum no afectó las operaciones de esa terminal regional, que mueve unos 830.000 pasajeros al año; por comparación, el aeropuerto internacional de Heathrow, en Londres, ve pasar 66 millones de personas en el mismo período.
¿Por qué la amenaza? Chambers tenía que viajar a Irlanda. El mal tiempo hizo que el aeropuerto de Doncaster -llamado Robin Hood, porque está situado en la región donde operaba el legendario héroe medieval- se mantuviera cerrado durante una semana. La impaciencia, la frustración y un pésimo sentido de la oportunidad llevaron a Chambers a lanzar el tweet fatal. En pocas palabras, y ahorrándole al lector el lenguaje soez contenido en el mensaje, el hombre comunicó a sus 600 seguidores en Twitter lo siguiente: "El aeropuerto Robin Hood está cerrado. Tienen una semana para arreglar sus asuntos o ¡los voy a hacer volar por el aire!"
En tiempos de terrorismo internacional, la idea de enviar semejante mensaje parece de lo menos inteligente. Incluso si, como parece ser el caso, se trata más de incontinencia verbal que de verdadero espíritu de destrucción. La investigación no reveló que Chambers tuviera la intención de hacer volar ningún aeropuerto.
Sin embargo, para el juez de distrito que intervino en la causa, Jonathan Bennett, lo concreto es el contenido objetivo del tweet , sin importar lo frustrado que Chambers se sintiera por la situación del aeropuerto de Doncaster. Para Bennett, el acusado es culpable de haber enviado un mensaje groseramente ofensivo o de un carácter obsceno, indecente o amenazador por medio de un sistema público de mensajería electrónica, y esto va contra la ley de telecomunicaciones que rige en el Reino Unido desde 2003.
Críticas a la condena
El mensaje no sólo no fue tomado en serio por las autoridades del aeropuerto, sino que lo descubrieron varios días después. Además, para lanzar un ultimátum con fecha de expiración, la rápida y siempre cambiante línea de tiempo de Twitter no parece el medio más adecuado.
No obstante, la administración del aeropuerto radicó la denuncia y la investigación dio con el autor del mensaje, que primero se declaró culpable y luego, en marzo, cambió de idea. Chambers perdió su empleo a causa de todo el asunto y ahora, como resultado de los cargos, deberá pagar una abultada multa.
La sentencia ya originó interrogantes y polémica. ¿Pensarán dos veces los ingleses a partir de ahora antes de escribir algo en Twitter, desnaturalizando así el espíritu mismo de Internet? ¿Sigue siendo una comunicación pública si la intención es que el mensaje lo vean nuestros seguidores? ¿El bromista habría sido condenado si hubiera protegido sus tweets ? De pésimo gusto, poco inteligente y ciertamente exagerado, el mensaje que Chambers lanzó en Twitter parece sólo el exabrupto de una persona con serias dificultades para controlar la ira. Pero contiene una amenaza concreta que ningún juez hubiera podido pasar por alto. No, al menos, hasta que la sociedad haya encontrado la forma de convivir con una cosa pública que posee reglas inéditas en la historia.
Hace un cuarto de siglo, este inglés malhablado habría ventilado su furia entre amigos y no habrían sido más de media docena. Cometió el error de creer que Twitter es lo mismo que un grupo íntimo y cerrado, y terminó condenado por una ley de telecomunicaciones aparecida tres años antes que Twitter.
Por lo que parece, ambas partes necesitan una actualización.

lanacion.com

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